Era una noche lluviosa, acompañada de truenos. Juan se despertó porque escuchó un ruido extraño en su casa; se levantó de la cama, abrió la puerta de la habitación y salió para asomarse por la barandilla de las escaleras. A lo lejos pudo observar una sombra humana y misteriosa. Se asustó mucho pero decidió bajar sigilosamente hasta el recibidor. Juan se giró porque notó un escalofrío recorriéndole todo el cuerpo; miró directamente al espejo que tenía en la entrada. En ese momento vio a su padre reflejado a la vez que le extendía un cuchillo y le decía: “Toma, ha llegado la hora de la verdad”. Juan rápidamente cogió el cuchillo y la imagen su padre desapareció del cristal.
Juan se quedó paralizado mirando el cuchillo y pensando por qué se lo habría dado. En ese mismo instante llamaron a la puerta y escondió el cuchillo entre las cartas del recibidor. Abrió la puerta, era su tía, la hermana de su padre. Al verla recordó cómo fue la muerte de su padre (su tía lo había matado, les había traicionado). De pronto, Juan se puso a buscar precipitadamente el arma blanca escondida entre las cartas.
Fue directo a clavarle el puñal en el corazón, pero la tía lo esquivó, tropezó y cayó encima del cristal del recibidor y desapareció quedando atrapada en el espejo para siempre.
Juan se quedó paralizado mirando el cuchillo y pensando por qué se lo habría dado. En ese mismo instante llamaron a la puerta y escondió el cuchillo entre las cartas del recibidor. Abrió la puerta, era su tía, la hermana de su padre. Al verla recordó cómo fue la muerte de su padre (su tía lo había matado, les había traicionado). De pronto, Juan se puso a buscar precipitadamente el arma blanca escondida entre las cartas.
Fue directo a clavarle el puñal en el corazón, pero la tía lo esquivó, tropezó y cayó encima del cristal del recibidor y desapareció quedando atrapada en el espejo para siempre.
Iris Ayas, Claudia Ducasse y Andrea Martínez, 3rB
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